¡Pequeñas tortugas!
Miércoles de teaser y como no puede ser de otra manera, aquí estoy con un pequeño avance del capítulo del día domingo. ¡Que lo disfruten!
Su respiración se volvió agitada en cuestión de segundos. El grueso tronco de aquel árbol le sirvió de escondite temporal mientras pensaba que hacer. En su mente la pregunta que lo atormentó los últimos días al fin tuvo su respuesta. Al fin entendió porque ella no estaba en el parquecito cada tarde como era su costumbre. Era más que obvio, ella no estaba en Port Angels porque…
Ella estaba allí en Seattle…
A escasos 30 pasos de él.
Asomando su cabeza muy despacio verificó que el auto rojo siguiera allí, y que en su interior el ángel de cabellos del sol estuviese sentada en el asiento del piloto.
– ¿Qué…qué hace e… ella aquí? – se pregunto a sí mismo en voz baja mientras la espiaba. En el asiento a su lado, unos cuadernos de apuntes reposaban junto a unas gafas de sol de color negro. Emmett supuso entonces que si Rosalie estaba esa tarde en su auto y con un par de cuadernos de apuntes, ella era una estudiante más de la Universidad de Seattle.
– ¿Qué hi…hice para mere…merecer esto? – negó de manera triste – Será me…mejor que hu…huya de ella – Como si el cielo, o el mismo infierno confabularan contra él, en ese mismo instante la dueña de los ojos azules más preciosos que había visto jamás, dirigió su mirada al enorme árbol y distinguió tras de él, al gran oso gris. Al protector de sus sueños, al ladrón de su corazón, al hombre que de una vez por todas le daría sentido a su vida.
Sin dudarlo un solo segundo, Rosalie bajó del auto y permaneciendo al pie del mismo, miró a Emmett quien también veía en su dirección.
Un cruce de miradas intenso se desarrollo al instante, azul contra azul se debatieron en aquel corto espacio. El ambiente se volvió tenso, los segundos pasaron lentos, el momento se convirtió en eternidad.
– Esta vez…no va a po…der conmigo – pensó Emmett para sí. Llenándose entonces de valor, se enderezó de inmediato, y con valentía y decisión salió de su improvisado escondite. Rosalie, a quien le sorprendió que Emmett fuese a dar el primer paso en aquel reencuentro esperado, sonrió esperanzada. Su cabeza ordenó miles de ideas tontas mientras su corazón le susurraba millones de latidos de amor. En debate tan complicado sobre el amor y la razón en el que, solo ella, podía decidir al ganador.
Cuando hubo alzado la mano del corazón, como símbolo de haber ganado al sentimiento correcto en aquella batalla, su sonrisa se desvaneció al ver a Emmett alejarse de ella. Aturdida por la reacción del oso gris, se acercó rápidamente y tocó su hombro antes de que se alejara del todo.
– Hola…hola Emmett – le dijo con voz temblorosa. Emmett se detuvo en ese momento y respiró con fuerza. El podía medir más de 1.90 y pesar en músculo lo que pesan tres personas, pero eso no lo hacía grande, eso no lo hacía fuerte. Él era un niño, uno que necesitaba amor y protección, algo que el ángel del auto rojo jamás le daría por su condición. Dudó por un segundo si voltear y ver al ángel o seguir como si nada hubiese sucedido. Si decidía por la primera, sabía que todo esto no acabaría bien, él terminaría rendido a sus pies suplicando por amor y eso era algo que él mismo no se podía permitir.
En caso de decidir por la segunda, tampoco terminaría bien después de todo. Rompería su corazón en mil pedacitos, y esta vez aquel musculo bombeador de sangre no sería capaz de resistirlo. Se rompió hace años con la partida de sus padres. Resquebrajado y dolido intentó sanar por sí solo, y ahora que las heridas mostraban apenas unas cuantas llagas, llegó alguien a atentar contra él otra vez.
– ¿Qué… hago? – pensó para él. Cerró los ojos en ese momento y suspirando tomo una decisión, una que sin duda cambiaría el rumbo de las cosas.
¿Qué pasó con el oso gris? Creo que lo averiguaremos este domingo cuando tengamos el capítulo completo. Un gran beso a todas las niñas del #TeamOsoGris y nos veremos el domingo. Hasta eso… ¡Las leo en las huellitas!
